Adolescencia

El día a día en las sesiones, me encuentro bastantes casos donde se compara la adolescencia de ahora con la nuestra o de nuestros padres.
Algo que creo que deberíamos evitar, ya que solo nos lleva a discusiones y a crear un ambiente familiar inestable y agotador.
Está claro que los adolescentes no se van a comportar como antes, porque las circunstancias no son las mismas, las familias no se estructuran igual que hace años, generalmente se pasa muy poco tiempo en familia por trabajo y el que pasamos, en muchas ocasiones se encuentra invadido por las tecnologías o las redes sociales (y en este caso no hablo solo de adolescentes, si no de los padres y madres que juegan, trabajan y viven con el teléfono u ordenador).
Al igual que he visto que desde la pandemia estos aspectos habían cambiado, al ir saliendo de ella también he observado que en muchos casos volvemos ir hacia atrás.
Es difícil pedirles que valoren más las cosas que no son materiales cuando en muchas familias lo que reciben de los padres son cosas materiales al estar trabajando todo el día o por ejemplo el tema del teléfono para que están más localizadles y protegidos el día a día.
Es difícil pedirles motivación si no la ven en nosotros cada mañana, cada tarde o noche cuando estemos con ellos. Estamos cansados de trabajar pero nosotros también necesitamos motivarnos el día a día y esto les ayudará a nuestros hijos para saber cómo hacerlo.
Es difícil pedirles esfuerzo por cosas que no les motivan ¿tú lo harías? Y si lo has hecho ¿Cómo y cuándo lo conseguiste?
De este tema no hablo más porque creo que es bastante extenso por lo que necesitaría escribir solo sobre el esfuerzo para poder explicar correctamente este aspecto.
Es difícil pedirles adaptabilidad a nuestros horarios de trabajarlo, a los cambios constantes que se producen en la sociedad, en el sistema educativo... si nosotros no nos adaptamos a los cambios que se producen en ellos durante este proceso (hormonas, dudas, tomas de decisiones...)
Creo que la adolescencia no es tan difícil para los que estamos alrededor como para ellos mismos. Ellos viven en primera persona ese cambio de hormonas, ese proceso de dejar de ser niños a ser adultos con sus decisiones pero también con sus responsabilidades, y no olvidemos esta última parte de incertidumbre sobre su futuro, esa decisión que marcará sus vidas y ellos lo saben, pero no se sienten preparados porque este sistema educativo no les ha facilitado las herramientas adecuadas para ello. Ni para tomar una decisión tan grande para su vida ni para sentirse decididos en ella.
Dejemos de quejarnos y apoyémosles, dejemos de suponer y escuchémosles, dejemos de imponer y motivémosles, dejemos de comparar y demos ejemplo en el momento presente.